Uno de los momentos más trascendentes en el día es el despertar, sin duda alguna. Si uno tiene un buen despertar anda bien todo el día, pero si no … mejor ni levantarse. El fin de semana tiene un despertar cuático, dependiendo de las noches anteriores obviamente, pasar un poco el cañazo o aprovechar de tirarse la bolas dándote vueltas de un lado pa otro. Si fue una buena noche es el momento justo de recordar y revivir lo que ocurrió. Si amaneciste con una mujer al lado aprovechas de mirarla (ojalá que la conozcas y sea más o menos, porque ustedes saben … con el copete a veces sucede que sucede), tocarla y sigues pensando en lo que paso durante la noche.
Ese amanecer fue de los cuáticos, como que desperté con un poco de dolor de cabeza, antes de tomarla para palpar el latido incesante de las sienes, sacudí levemente la cabeza como para deshacerme de algunos grados de alcohol, no tanto de
- Una casa con piso de madera, un carrete que no era el primero, era otro, pero había mucha gente conocida, salude cordialmente como es mi costumbre, a todos, al final, la ultima persona en abrazar y besar fue ella.
- Un reggetón, no me acuerdo cual, un vaso con ron cola (se debe haber acabado el pisco antes), yo me desplazaba sin mucha convicción con pasos un poco entorpecidos por el alcohol, y ella bailaba y reía en frente mío, hacía mucho frío pero estaba incomprensiblemente desabrigada.
- Otra vez en la calle con un vaso de ron cola en mi mano, había risas, yo caminaba un poco más adelante del grupo con ella.
- Estábamos solos en mi pieza, creo que sonaba Incubus, teníamos un buen ron en la mano, claro que yo no recuerdo su gustillo, un poco se derramó escandalosamente en mi cama cuando comenzábamos a darnos los primeros besos.
- 18 penetraciones, si solo 18, no se porque solo me acordaba del número, no recordé como fue. Sólo tenía el concepto de penetración.
Con esfuerzo logré encontrar esos detalles. La miré nuevamente, era hermosa, pude recordar si risa. Claro que había bastante humedad, reaccioné y vi la sangre, el puñal en mi mano y logré contar 18 puñaladas. Uno en cada espacio intercostal.